Mi hierro

Compré en el año 2012 una reluciente BMW R1200RT, que fue precedida por una BMW R1200R. El motivo del cambio muy sencillo; mi trasero sufría y la protección aerodinámica no existía. El boxer funcionaba a la perfección, así que el cambio estaba escrito. Entregué mi estilosa BMW R1200R y me dieron a cambio una flamante BMW R1200RT, no sin antes entregar un extra en metálico para equilibrar valores. Esto de las motos es como la música, el cine o el vino, cada uno tiene sus gustos y preferencias, y son muchos los aspectos que influyen a la hora de tomar una decisión. El precio, el uso que se le va a dar o simplemente la estética condicionan nuestra compra.

Lo que puedo destacar de la BMW R1200RT es su polivalencia, aunque su envergadura lleve a pensar lo contario. Hasta tiene su punto racing, al menos para un cincuentón como yo. En carretera va estupendamente, tiene fuerza suficiente para cualquier adelantamiento (incluso con acompañante), su protección aerodinámica es realmente efectiva y te trasmite una sensación de seguridad que te permite entrar en las curvas con firmeza y aplomo. Su ergonomía y posición de conducción, unido a su autonomía (puede llegar a los 400 km si no le das “caña”) te permite devorar kilómetros sin secuelas físicas. Esto mismo se puede decir para el uso en autovía o autopista. Su pantalla regulable desde el puño izquierdo evita turbulencias para el conductor y pasajero y ofrece una calidad de marcha que pocas motos pueden actualmente ofrecer. El control de velocidad y los distintos modos de conducción completan este apartado. Por último, en ciudad, y podéis creerme porque la uso mucho, es en realidad muy manejable, lógicamente dentro de los límites marcados por su tamaño, pues para serpentear entre coches no vale.

 

 

Especial mención merecen sus maletas laterales. Están muy bien integradas en la moto y tienen una más que aceptable cabida (un caso integral entra sin problemas). Para el uso diario son realmente útiles y para salir de viaje permite llevar más de lo necesario. Tanto su sistema de cierre-apertura como el de anclaje están muy bien pensados y no fallan, después de seis años de uso no me han dado ningún problema. Dicho los pros quedan los contras. Lo cierto es que no son muchos, salvo que quieras rozar el infarto de miocardio como si de una “R” se tratase o seas un incondicional de las Trail, que visto lo visto, pocos no son. El primer contra que le pondría es la vibración del motor boxer en comparación con otros motores muchos más finos (léase Yamaha FJR 1300 o el de la Honda “Panaeuropean”, que, dicho sea de paso, no acabo de entender cómo se ha dejado de fabricar). Me consta que este aspecto ha sido muy mejorado en las nuevas versiones de la R1200RT, pero no he tenido el gusto de probar ninguna. Además, es conveniente llevar contigo un bote de aceite, el boxer es algo adicto a ese viscoso líquido. Otro de los contras son sus espejos retrovisores. Es justo reconocer que es la parte más deficiente de su estética y las críticas hacia ellos son más que fundadas. Pero son los que son, cumplen su función y los alemanes nunca se han caracterizado por su estilismo, a diferencia de los italianos y por qué no decirlo, de los españoles.

El último contra, su precio. Sin lugar a duda es uno de los hándicaps que limitan acceder a esta moto y lo cierto es que el mercado ofrece muchas otras monturas que nos harán disfrutar sin necesidad de hacer un desembolso tan elevado.

 

BMW R1200R

BMW R1200R

 

Como conclusión, no creo que me equivoque si digo que pocos se arrepentirán si compran una BMW R1200RT. Podrán añorar sensaciones más deportivas o mayor agilidad en ciertas maniobras o a bajas velocidades, pero puestas las ventajas y desventajas en una balanza imaginaria, las primeras, en mi opinión, superan sobradamente a las segundas.

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