Jorge – Cerdo salvaje

Siempre dije que una de las bondades de tener una moto, además de la propia satisfacción que produce andar en ella, es la posibilidad de conocer a otras personas que disfrutan de las dos ruedas y que, con el paso del tiempo, ruta tras ruta, almuerzos, cenas, mojaduras, risas y otros inconfesables sucesos, acaban formando parte, irremediablemente, de tu grupo de amigos. Al entrar a formar parte de este “moto-club” me reafirmo más, si cabe, en mis convicciones.

 

Allá por el verano del 2014, disfrutando de unos días de vacaciones en familia por el sur de España, recibí una llamada de uno de los fundadores (José, cariñosamente distinguido como “La Señora”). Nos conocimos a raíz de nuestros hijos mayores, amigos del colegio y del grupo “Scouts-Nyeri”, así que entre cumpleaños por aquí y campamentos de los críos por allá, las cervezas no se hicieron esperar y la puesta en común de nuestra común afición tampoco.

 

Aquella llamada fue para preguntarme si quería acompañarlos en una ruta de fin de semana con destino Puebla de Sanabria (Zamora). Lo cierto es que no tardé mucho en decidirme, pero he de confesar que algunas dudas me surgieron, pues solo le conocía a él y los gallegos no destacamos por un carácter marcadamente extrovertido. Sin lugar a duda fue una decisión acertadísima, pues a partir de ahí se sucedieron otras rutas, salidas el fin de semana y reuniones familiares que han servido para ser un poco más feliz.

 

Así se resume por qué hoy presumo de ser un “cerdo-salvaje” con página web recién estrenada, gracias al inestimable trabajo de Enrique (también “cerdo-salvaje”), que ha demostrado ser un crack informático.

 

 

Mi hierro

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